Alba, la niña que no ha podido ser princesa.

Alba ha vivido cinco años de tortura consentida, por ser ignorada, en una sociedad, donde existe la convicción, asumida en muchas familias, de que un cachete o una bofetada a tiempo es la mejor de las pedagogias.

Alba, una niña de cinco años con la cabeza rota y la vida cogida de un hilo, no ha tenido el derecho de soñar con ser princesa. El lobo y la bruja mala del cuento, en forma de padre y madre se lo han impedido.

En esta Sociedad que nos vende la felicidad en capítulos, nadie se ha acordado que una niña llamada Alba ha estado cinco años ”muriendo” al lado de nuestras confortables casas, sin que ningún príncipe, haya ido a rescatarla. ¿Cuántas Albas estarán como ella y “no las vemos ni oímos”?.

La violación de los Derechos humanos no siempre está en esas imágenes de hambre y miseria que nos hacen avergonzar al mirarlas. Las violaciones las tenemos “aquí” y “ahora”: violencia infantil, violencia de género, explotación laboral, racismo, fundamentalismos y un largo etc.

Nuestras “carencias” nunca deben ser justificadas con las “maldades” ajenas. La responsabilidad, aunque en demasiadas ocasiones no lo admitamos, es nuestra. La vida merece nuestro más firme compromiso con los derechos humanos, para que Alba sepa que por lo menos en sus sueños una vela de esperanza empieza a alumbrar sus anhelos de ser princesa y un mundo mejor para todos es posible.