Mi vida sin mí o el desafío de ser uno mismo.
“Como tantas cosas que aprendemos a lo largo de nuestra existencia, aprendí una, la que hasta ahora ha sido la más importante de mi vida, “a mirarme al espejo”, a no intentar engañarlo ni engañarme, a no dejarme seducir ni seducirlo, a, en definitiva... Reconocerme como soy, con mis cualidades y defectos. Desde el principio me percaté que "si de alguien no podía prescindir era de mi mismo" y que lo que veía, se podía mejorar muchísimo...Sigo en ello”.
Todos nosotros poseemos un conjunto de cualidades contrapuestas y ambivalentes que interactúan entre si. Somos alegres o nos perdemos en la tristeza. Somos valientes o presuntamente cobardes. Somos obesos o nos creemos anoréxicos. Pero frecuentemente de cada una de estas cualidades o dimensiones de polaridad que conforman nuestra personalidad, rechazamos algunas partes, justamente las que más nos desagradan.
“Existe al menos un rincón del universo que con toda seguridad puedes mejorar, y eres tú mismo.”-Aldous Huxley.
Las que nos producen bienestar o satisfacción las aceptamos como nuestras, y las que nos desagradan o nos producen dolor las rechazamos como ajenas. Y así, nos creamos “nuestra” propia opinión y realidad de lo que somos y hacemos. Somos inteligentes rechazando cualquier atisbo de ignorancia o tontería; agradables pero de ningún modo ariscos; fuertes y nunca débiles.
O por el contrario, estamos acomplejados de ser como somos. Vivimos en una sociedad donde ser obesa o feo, pobre o viejo, tímido o simplemente no estar a la altura de lo que esa sociedad espera de nosotros, comporta ser el patito feo de un cuento, en el que ser el príncipe o la princesa siempre será sueño imposible para nosotros.
Nos cuesta reconocernos como los malos de la película. No seremos ni los pesados, intransigentes, insensibles ni nada que vaya en contra de esa imagen que nosotros hemos creado de si mismos. La necesidad que los demás nos den la bendición u homologación social se convierte en una obsesión y en demasiadas ocasiones, en un trauma y deformación de nuestra propia realidad como personas.
Negando la realidad nunca estaremos en condiciones de transformarla. Es así como sin percatarnos, inconscientemente, dejamos de aceptarnos y, al hacerlo, dejamos que nuestra autoestima dependa sólo y exclusivamente de la aprobación de los demás.
Pasar del apoyo de los demás a ser plenamente conscientes de cómo somos y ser nosotros los que tengamos la última y definitiva palabra para aceptarnos, comporta reconocernos en ese espejo en el que tanto nos vemos y muy poco nos miramos, seamos obesos o delgados, genios o humildemente “normales”.
El negar nuestra evidencia es negarnos a nosotros mismos y ése es el primer y principal obstáculo para que nuestra autoestima sea plenamente auto dependiente. Si no nos aceptamos a nosotros mismos no aceptaremos a los demás y esa tan anhelada felicidad será una simple quimera de lo imposible.
“Trata de verte a ti mismo sin ningún temblor, sin falsa modestia, sin miedo, sin justificarte ni condenarte; aprende a vivir contigo mismo tal como eres en realidad”-Jiddu Krisnamurti.
No tengamos ninguna duda. Si nos reconocemos y aceptamos no habrá nada fuera de nuestras posibilidades. Conocernos a nosotros mismos y ser felices es el trabajo de toda una vida... ¡Reconozcámonos!... ¡Aceptémonos!... nuestro corazón y autoestima serán los primeros en “ser” y en “dar”… felicidad, a nosotros mismos y a los demás.
¿Es nuestra autoestima “nuestra” o de los demás?