
“Está la belleza y están los humildes. Por difícil que sea conseguirlo quisiera no ser nunca infiel ni a los segundos, ni a la primera."
Figura esencial de la literatura contemporánea, el recuerdo de Albert Camus pervive en nuestras conciencias cuando, más que nunca, seguimos buscando razones para entender las muchas sinrazones del mundo que nos rodea.
El lunes 4 de enero de 1960 la carretera nacional cinco con destino a París era escenario de un accidente automovilístico: un coche colisionaba brutalmente contra uno de los árboles que bordeaban la fría carretera. Un camino que para Albert Camus significó ser el último de su vida. Las trágicas consecuencias y la identidad del fallecido hicieron de este choque uno de los absurdos más dolorosos de la historia de la literatura contemporánea.
Camus nació en Mondovi, la actual Drean –Argelia-, en 1913. Su madre era de origen español. Su padre falleció en 1914, en la batalla de Marne de la I Guerra Mundial, un acontecimiento que estaría muy presente en su vida y en su obra. El pequeño Albert tenía tan sólo dos años. Su infancia transcurrió en la ciudad de Argel, en uno de los barrios más humildes y degradados de la ciudad. A pesar de la falta de recursos, gracias a una beca, pudo completar sus estudios de primaria y bachillerato.
Ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de Argel. Cuando quiso ejercer allí como profesor no fue admitido a causa de su avanzada tuberculosis. Trabajó durante algún tiempo como corresponsal del Alter Republicain. Durante este período publicó "Bodas" 1939. Paralelamente, fundó una compañía teatral, desempeñando en ella tareas como actor y director.
En 1940 se instaló en Paris, trabajando como corresponsal de París-Soir. Allí comenzó a adquirir renombre. Escribió su primera novela, "El extranjero", para muchos, la mejor de su obra, y el ensayo "El mito de Sísifo", corría el año 1942. Durante la ocupación nazi fue un activo miembro de la Resistencia. Fundó y dirigió el periódico "Combat" que, desde la clandestinidad, colaboraba con la resistencia francesa. Durante este período escribió "Cartas a un amigo alemán". Su labor de escritor se extendió también al teatro.
"¿Quién podría afirmar que una eternidad de dicha puede compensar un instante de dolor humano?"
En 1944 estrenó su obra teatral "El malentendido" y, al año siguiente, "Calígula". En 1947 escribió "La peste", una de sus novelas más celebradas. En 1951 publicó "El hombre rebelde" y, posteriormente, "La caída" 1956, la obra teatral "Estado de sitio", "El exilio y el reino" 1957. En forma póstuma fueron publicados la novela "Una muerte feliz", su obra inacabada "El primer hombre" y sus "Cuadernos".
El amor por España, heredado de su madre, lo llevó a realizar adaptaciones de obras de Lope de Vega y de Calderón -"El caballero de Olmedo, La devoción de la Cruz"- y a ambientar su novela "El estado de sitio", en la ciudad española de Cádiz. Distinguiéndose además por su critica sin concesiones al régimen del general Franco.
En 1957 ganó el premio Nobel de Literatura y se negó a recibirlo. Un lunes 4 de enero de 1960 un árbol y el destino le indicaron el camino de la historia y de la eternidad.
"No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo”
El amor por la libertad y la defensa de la tolerancia, como elementos que propician el diálogo entre los seres humanos, son dos aspectos esenciales de la vida y la obra de Albert Camus. Por encima de su filosofía o su literatura, quizás lo más importante del legado de Camus es su existencialismo sin dogmas ni limites; aquél que lo llevó a defender la independencia de la conciencia humana frente a cualquier imposición política o social; aquel que lo hizo tomar distancia de las causas que, amparadas en objetivos "nobles", valoran los fines sin importar cuánta sangre y muerte traigan consigo los medios empleados. "Un fin que necesita medios injustos no es un fin justo", escribió en su polémico libro "El hombre rebelde".
“Para la mayoría de los hombres la guerra es el fin de la soledad. Para mí es la soledad infinita”.
Toda su obra muestra la condición absurda de los seres humanos, pero también su capacidad de rebelión frente a ésta, y frente a las expresiones de autoritarismo creadas por nosotros mismos. "Me rebelo, luego, exisitimos", escribió. Albert Camus reivindicó, a través de su obra esta rebeldía que se traduce en la capacidad de disentir, en la defensa de la independencia y el espíritu crítico, de la tolerancia y del respeto por el otro, en la valoración del ser humano por encima de cualquier fundamentalismo o propuesta "salvadora".
"Las ínsulas totalitarias no se edifican sobre las virtudes de los dictadores sino sobre las carencias de los demócratas."
-El extranjero-
Ésta es quizás su obra capital y la más conocida de su importante bibliografía. En este libro, Camus, demuestra su inimitable capacidad creadora, llevando al lector a uno de los aspectos más anómalos e inquietantes del comportamiento del ser humano; la falta de aptitud para rodearse y vincularse con sus semejantes, elemento esencial para su propia supervivencia.
"No ser amados es una simple desventura; la verdadera desgracia es no amar."
Meursault, personaje central de esta punzante novela, busca inconscientemente, afectos que den sentido a su vida, más su destino está trazado; es un ser huraño ligado a la nada y a la indiferencia de su propia existencia, un hombre sin emociones que por esa carencia termina siendo condenado a muerte. Se le condena por no haber llorado ni demostrado dolor en los funerales de su madre. Se le condena por matar brutalmente a un hombre, infortunada y desconocida víctima de un ser humano atrapado por un bloqueo emocional que le impide comprender la magnitud de su acto criminal.
“El ardor del sol me llegaba hasta las mejillas y sentí las gotas de sudor amontonárseme en las cejas. Era el mismo sol del día en que había enterrado a mamá y, como entonces, sobre todo me dolían la frente y todas las venas juntas bajo la piel... Todo mi ser se distendió y crispé la mano sobre el revólver. El gatillo cedió... Sacudí el sudor y el sol... Entonces tiré aún cuatro veces en un cuerpo inerte en el que las balas se hundían sin que se notara. Y era como cuatro breves golpes que daba en la puerta de la desgracia.”
Pero, ¿quien es este "extranjero" al que los jueces lo convertirán en un monstruo; que se sentirán espantados al no encontrar en él, ni un rastro de remordimiento después de haber asesinado de manera bestial? Este es Meursault, un verdadero laberinto que traspasa la barrera de los sentimientos y se yergue frente al tribunal como un extraviado insensible y desalmado. Más, lo que los jueces no pueden entender es que este Meursault se encuentra más allá de la racionalidad humana. No puede comprender la naturaleza humana, pues él mismo no puede comprenderse como individuo; es aquel a quien la lluvia del mundo no puede mojar y se entrega frente a la justicia de ese tribunal sin comprender nada, porque en realidad él está allí y no está en ningún lugar que pueda contener su lejanía inaccesible.
Este "extranjero" es un muerto viviente, un personaje cuya pelea se encuentra muy lejos del mundo que le rodea, porque ciertamente, Meursault es una criatura sin interés por su propia existencia, un ser vacío, que no tiene con quien ni por quien luchar en la vida, y por ello, con absoluta indiferencia se somete al juicio, sin defensa alguna de su libertad. Solitario y aislado, sin embargo es tan desesperado su deseo de recibir algo de sus semejantes, que su pensamiento final define con una crudeza que nos llena de asombro y hasta de comprensión cuando anhela que:
"para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, confío que el día de mi ejecución haya muchos espectadores que me reciban con gritos de odio".
Esta novela, que hoy puede resultar tan inquietante para la sociedad contemporánea, como cuando la escribió en 1942, es una obra que habla de otra clase de libertad; la libertad que se transforma en un aislamiento afectivo y un exilio interior que engendra la incapacidad de poner sentido a la existencia. Camus ha creado una obra de pesadilla, genial en la concepción del personaje, que sobrepasa largamente la estructura del argumento que da vida a la obra.
Libro breve en páginas, pero de intensidad incomparable, debe leerse con el corazón, será el camino para comprender a ese "extranjero" que todos llevamos dentro, su lectura nos deja un profundo y contradictorio sentimiento de piedad y soledad, a la vez que nos entrega la llave de acceso para comprender la capacidad de lo absurdo de la condición humana.
“El ser humano, lírica bestia
catarsis torrencial
de sueños inmortales
en su camino, recorre los cielos del placer
y los abismos del dolor
hilos de marioneta explican su miseria
de vuelos encadenados
por losas de convencionalismo
retrato de onomatopeyas
creadas por su propia existencia
equilibrio de un vértigo
dónde el suicidio es acto sumo de libertad”
¿Tiene nuestra libertad condición de extranjeria?